Al proceso orquestado por los independentistas catalanes, largo en el tiempo, hay que reconocerle algunas virtudes organizativas. Las que les han permitido, entre otras cosas, adueñarse de la calle y mantener durante años arrinconados a quienes no compartían sus planteamientos. Han calculado, con una más que aceptable precisión, los pasos que necesitaban ir dando, siendo pocas las cosas que dejaban al azar. Es cierto que contaban con dos impagables ventajas. La primera la actitud de los gobiernos de España, tanto los del PSOE como del PP, de mirar para otro lado cuando se estaban echando los cimientos del problema que hoy existe. No han querido ver situaciones de adoctrinamiento en los colegios que, en algún caso, ha llegado a actitudes propias del nazismo más repulsivo, como el marcar con un punto en la frente a los niños que no hablaban catalán en las escuelas. La segunda, que los pasos del proceso se han dado, por lo general, en la penumbra, algo que les permitía caminar por donde resultaba más conveniente, según fuera la reacción del Estado. Añádase a ello la sarta de mentiras, bien dosificadas, para estimular la emotividad de un elevado porcentaje de catalanes que, aunque con luz y taquígrafos, siguen practicando. En las últimas semanas hablan de una declaración de independencia simbólica, algo propio de la Señorita Pepis. La republica catalana no es más que una republiqueta, que dice mi admirado Amorós. Acatan el artículo 155 de la Constitución porque así les conviene para dejar de ser “presos políticos” y salir de la cárcel. En un ejercicio que para muchos es una verdadera tomadura de pelo. Al mismo tiempo no han tenido el menor empacho en insultar a España. La han llamado ladrona, han silbado a su himno y a la más alta magistratura del Estado. España es un país totalitario que los oprime y ser español es sinónimo de facha. Hay que reconocer que no han dado puntada sin hilo a lo largo del proceso.
Desde hace algunos días vienen planteando dos cuestiones que, conocidas sus actuaciones, son indicios de que traman un nuevo gatuperio. Desde las filas independentistas se viene pidiendo la aceptación de los resultados electorales del 21 de diciembre. Plantean, subliminalmente, que los resultados serán favorables a sus tesis y siembran la duda de que España vaya a aceptarlos. Lo repiten sin que desde las filas constitucionalistas, cuyos errores son de bulto, se les requiera para que sean ellos quienes los acepten. Hay razones para pensar que no lo harían si son derrotados, después de sus actitudes totalitarias silenciando en el parlamento a quienes no comparten sus principios. Siendo ellos quienes vulneran las leyes o celebran referéndums donde no hay garantía de limpieza electoral. Siendo ellos quienes han manipulado de forma bochornosa un proceso electoral. Es un indicio que los independentistas pongan en cuestión el respeto a las urnas. Una segunda cuestión es la afirmación que se hace, desde Esquerra Republicana, sobre montar un recuento paralelo de los resultados electorales. Con los antecedentes del uno de octubre, es indicio de que su pretensión, caso de que las urnas del 21 de diciembre arrojen unos resultados que no convienen a sus planteamientos, sea ponerlos en cuestión.
Más que indicios son casi evidencias de lo que en la sombra, una vez más, están orquestando. El proceso de engaños… continúa. Ahora con Junqueras, Forn y los llamados “jordis” en la cárcel, ¿qué estrategia urdirán para sacarle partido?
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de diciembre de 2017 en esta dirección)